domingo, 21 de noviembre de 2010

Un 'azote a tiempo' tiene malas consecuencias.

  • La disciplina física en la infancia eleva los problemas de comportamiento
  • Los padres y los profesionales proponen evitar los castigos corporales

Se mire por donde se mire una 'torta a tiempo' no es la fórmula sancionadora más efectiva para educar a un menor. Bloquea al pequeño, daña su autoestima, le enseña a ser víctima, rompe la comunicación padre e hijo y les hace sentir rabia y tristeza.
El uso de disciplina severa y castigo físico ha sido objeto de análisis en los últimos años.


En las estrategias que se proporcionan en el 'Proyecto Educa', el "castigo físico (sujetar al menor por ejemplo o un leve azote en el trasero) es la última que se proporciona y sólo en el caso de que fallen todas las anteriores. El efecto de este castigo es a corto plazo, el niño vuelve a su mal comportamiento. Sin embargo, el refuerzo positivo del menor es una estrategia de beneficios perdurables".



Uno de los riesgos de la disciplina física es que genera "vicios en el educador y en el que se educa. El progenitor tiende a usarla cada vez más y el nivel del castigo también irá aumentando. El padre que da azotes a un menor de cuatro años y que sigue con la sanción física, dará una torta más fuerte cuando el niño tenga siete... y ¿qué le hace entonces a los 15?".
Personalmente no estoy totalmente a favor de esto, pienso que un azote a tiempo nunca viene mal siempre y cuando no se abuse de ello y más en niños pequeños.


Menos castigos físicos según crecen los niños

Uno de los primeros datos "es que los padres suelen ir adaptando su disciplina en la medida en que las habilidades cognitivas del menor van aumentando, empleando menos castigos físicos según los pequeños crecen. Creen que, según se van haciendo mayores, la sanción física es menos adecuada".
Sin embargo, los resultados muestran que los niños que sufren esta forma de penalización a lo largo de la infancia tiene más riesgo de padecer conductas externalizantes (agresividad, problemas de comportamiento...).
Menos formación de los progenitores, niveles socioeconómicos más bajos, problemas de estrés en la familia, padres o madres solteros y vivir en comunidades peligrosas se asocian, en ambos estudios, a más probabilidades de utilizar la 'fuerza' en los castigos. La comunicación y el buen entendimiento de los "padres con sus hijos adolescentes se rompe o es más complicada si la sanción física se sigue ejerciendo durante toda la infancia y adolescencia".

Los beneficios del refuerzo positivo

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